
“Me gusta”
“Me gustas”
Hacía una semana que la soga estaba lista,
todo estaba planeado.
El yugo virtual pesaba cada vez más sobre mis 17.
Un sueño convertido en pesadilla.
Llevaba meses que no quería despertar,
no quería verme de nuevo frente al espejo,
no quería enfrentarme a la rutina de mirarla y verla a ella.
Vestirla, empolvar sus mejillas, preparar la pose y entrar en acción.
Estaba en otro cuerpo, en otro espíritu,
mi nueva vida.
Lo había conseguido: saludos, mensajes, seguidores.
Era tendencia: querían ser alguien como yo.
Pero yo ya no quería ser como ella.
Después de tres años estaba presa.
Añoraba las calles de mi niñez y el cambio de estaciones.
Había olvidado desgastar mi adolescencia como cualquier chica,
estando sola, pero sintiéndome plena.
Pasear mis miedos descalza,
apreciar mi vulnerabilidad y hacerme fuerte sin focos,
sin pantallas,
sin corazones.
Sentir la necesidad de no querer ser opinión,
de no ser nadie,
y dejar de alimentar mi ego bajo el veredicto
de sus malditas pantallas,
todas esas pantallas que desenfocan mi alegría.
Pero era tarde,
ya vivía en la nostalgia de lo que nunca sería.
Había perdido la luz.
Todo era oscuro,
todo estaba oscuro,
y en la oscuridad tuve que hacerlo,
tuve que hacerlo por no más “Me gustas”.
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