
Pijao y su flow
¿Será el verde variopinto que colorea estos campos quien devuelve la dicha de vivir?
Siento que la realidad de este viaje sobrepasa el prólogo de mis sueños.
Asciendo cordillera arriba en mi sentir peregrino
y percibo señales que pasan por mi frente como las nubes en el agua.
El corazón aprieta cuando el clásico suena:
Un olor a tabaco y chanel
y una mezcla de miel y café.
Tiene este paseo migajas de “dejavu” frustrado.
Bajo de la buseta y llueve,
pero la lluvia se convierte en un percance irreal.
La fina cortina aguada no desdibuja las lomas escarpadas de yarumos, plataneros y guamos que rodean mi nuevo hogar.
Nadie habla,
escucho voces en el alma.
Hay vida por conocer en la pausa de citta slow.
Escucho voces que hablan libres deambulando en la compañía de mis pensamientos.
Escucho voces que de tanto ser antiguas han vuelto a ponerse de moda.
Escucho voces que cantan alto para recordar las huellas de este pueblo.
Un mundo de eslabones perdidos que sufre su propia agonía globalizadora.
Afortunadamente, aparecen nuevas memorias convencidas de su resurgir idiosincrásico.
Siento el viento alternativo que desprende su halo intelectual y altruista.
Escucho voces que entierran el miedo con brochazos coloridos.
Escucho voces que alimentan el cuchicheo pueblerino con sonrisas de cambio.
Escucho voces que conciben el buen vivir en remansos de silencio.
No nos conocemos,
pero escucho voces.
Voces que a la primera vuelta de la esquina
dejan en este leve transcurrir señales de una existencia más humana.
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