
Olas de esperanza
Un recuerdo entre desconocidos.
Olas de esperanza
Y si fuera ella.
No hubo espacio para conocernos al borde de aquel acantilado de dudas,
y compartir nuestras locuras.
Pero, ¿por qué destrozar la armonía de aquel cuadro?
No hizo falta mirarnos.
Protegiéndose de las sales del mundo supe que reclamaba olas de esperanza -al igual que yo-.
Era una imagen cabal para fotógrafos del alma.
Su espalda contoneaba con los aires salinos del poniente
hipnotizando mi mirada vaginal y calentando mis pies descalzos.
Recuerdo los acordes de su melena paisa
sobre las diagonales de mis sentidos
que rozaban los delirios de mi ideal de belleza.
También recuerdo que cantaba:
“Canta corazón
que mis ojos ya lo vieron por aquí”.
Aunque tropezaba en el ritmo de los versos,
debido quizá a los vaivenes de la soledad.
La llamada soledad sonora de los miedos blancos.
Se abrazaba a las rodillas,
a la religión de su cuerpo,
estrujando las marcas de sus ataduras.
Sin saberlo, avivaba el desarrollo de sus sueños mortales
para enterrar el discurrir programado de sus dictadores.
No me olvido cómo apretaba el son latino,
y cómo la rabia en las cuerdas de su garganta oscurecía los tonos de aquel caribe
estirando el horizonte con la melodía de su timbre.
Era esta fotografía su refugio de rimas sangrientas,
allí le escupía a los males de la Tierra,
y le preguntaba al mar por islas desiertas donde naufragar sus más de treinta primaveras.
Recuerdo que no lloraba,
ni reía,
solo cantaba para nosotros
y para sus olas de esperanza.
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