
El viejo y sus vicios de mar
Los hay nuevos, así como viejos, que en la ansiedad de su soledad apresuran la voluntad del corazón en la búsqueda de ese alguien, creyendo haber encontrado así, la solución a su falta de amor. Tienden estos espíritus a la idealización, a la creencia de que esa emoción supone plenitud, y el motor necesario para su estabilidad emocional. Bien es cierto que buscamos y necesitamos sentirnos queridos, pero ojo, no a cualquier precio, ni bajo cualquier vicio. Sino, escuchen a este viejo.
El Viejo y sus vicios de mar
Como buen romántico nunca supo ocultar sus vicios:
Escribía versos en papel de fumar
y los introducía en su colección de botellas de vinos jóvenes
para días más tarde lanzarlas al Mediterráneo
cuando no había rastro de estrellas ni de polvo lunar.
Curtido en los saberes del mar
no le fue necesario una educación reglada para la vida.
A sus sesenta las canas le coloreaban el rostro y la sal el pecho,
mostrando las huellas de una sabia supervivencia.
Él lo intuía,
le apodaban el loco en los corrillos del puerto de Sabinillas
cuando salía a faenar desafiando el terrible levante de las Indias.
Sonaban habladurías de que partía a la caza de sirenas,
pues no sabía mirar a los ojos de las mujeres, solo al mar y a sus criaturas.
Y menos adentrarse en el corazón de una de ellas,
a las que idealizaba y describía con su pluma de sangre de tiburón,
así lo decían sus poesías
cuando recordando mis olas de esperanza descorché un par de botellas suyas al otro lado del mar azul.
Nunca pudo enamorarse, quizá las amó antes de tenerlas
o las tuvo y no supo amarlas.
Ahora dicen que no lo ven por el puerto
que dejó todo su mundo atrás.
Pero no es cierto,
yo sé que navega,
y no precisamente a la deriva,
navega en la búsqueda de otro puerto para seguir con sus vicios desde la otra orilla.
Parece un viejo nacido de las entrañas de Urano:
andariego en el andar pero con el alma buscando donde anclar toda la pasion
guardada nunca entregada
solo concretada en sueños
eso esta hermoso mi querido amigo