
CUANDO SUEÑO

Cuántas veces habéis querido vivir un sueño, tu sueño, el sueño. Cuántas veces os habéis desvelado saboreando el clímax de la aventura de tu existencia, justo en el momento de salvarle el pellejo a alguien, a metros de marcar ese gol, el gran gol, en la víspera de besar a la mujer de tu vida. Te despiertas aturdido, sobresaltado, y en cuestión de milésimas de segundo todo ese mundo onírico, que parecía perfecto, se ha desvanecido. Algunos sueños llegan a ser tan reales y deseados que al despertar la realidad más humana te golpea, invadiéndote la pena irremediable de volver a la rutina.
Soñar, una acción alcanzable, gratuita, una fuente inagotable de proyectos; yo intento hacerlo despierto, con los ojos muy abiertos, las orejas bien alzadas y el corazón sin corazas, porque no quiero perderme nada que pueda sentirse, porque al sentir sueño. Sueño a escala pequeña (bueno, a veces divago en grandezas) sin demandar mucho, y ofreciendo más. Porque soñar es proponer, es cambiar, es ser leal y justo, es abrazar la diversidad, es viajar más por dentro que por fuera, es sincerarte con metas alcanzables sin lamentarte, es jugársela, y a veces perder, porque al soñar también se pierde, es apostar vivir en el amor. Soñar es trabajar la ilusión de que, quizás despierto, entendamos que los sueños son historias que merecen ser vividas.
Sueñen.
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